Hace unos días nos fuimos de vacaciones familiares, las primeras desde que estoy casada, la verdad es que el experimento salió muy bien contra todo pronóstico. Tengo que reconocer que disfruté con mis cuñadas y mis suegros, pero no es de eso de lo que quería hablar.
Resulta que el viaje era organizado por la UCE (Unión de Consumidores de España), salimos desde Albacete en un autobús con destino al Algarve (Portugal). La primera sorpresa de nuestro viaje fue cuando llegamos a la punta del parque, lugar elegido por la agencia de viajes para recogernos a todos, el 95% de los participantes eran personas mayores de 60 años, es decir, que nos encontramos con uno de esos viajes del Imserso (Instituto de Mayores y Servicios Sociales). La verdad es que tengo que aceptar que la experiencia me gustó porque pude probar en primera persona cómo son estos viajes.
En primer lugar se hizo pesado porque tardamos 12 horas para llegar a destino, cuando Alber y yo, en nuestro coche lo podríamos haber hecho en ocho o nueve como mucho, pero claro, el autobús tenía que parar para el descanso del chófer y sobre todo, para mantener a raya la incontinencia urinaria típica de la edad. Ya en el hotel, donde teníamos pensión completa, pude apreciar otra característica de este tipo de viajes, todo nuestro grupo, que éramos más de 30 personas estábamos puntuales a la hora de la comida, no vaya a ser que nos quedemos sin comer; a veces habían personas que estaban esperando incluso antes de que abrieran las puertas del comedor, nuevamente, preocupados por no quedarse sin comida. Y al cabo de unos días, no podía faltar la típica discusión de "este es mi sitio" cuándo alguien llegó más temprano y se sentó en una mesa x.
Casi todas las excursiones que realizamos por Faro, Sagres, Siles, Albufeira, etc. (distintos pueblos del Algarve portugués) los hacíamos a cámara lenta, hay que entender que las personas mayores necesitan su tiempo y espacio para las visitas. Pero bueno, tengo también que reconocer que la gran mayoría era gente muy amable y simpática, lo cual no hacía tan pesada la espera entre visita y visita. Lo que no voy a perdonar es la música del autobús, la cuál disfrutaban casi todos (menos Alber y yo y unos pocos), pero sobre todo, el colofón fue la película de Fernando Esteso, eso fue demasiado y ver a mi Alber primero enfadado y luego riendo con la misma, fue lo peor!!!
Durante todo el viaje estuve pensando si yo sería así se mayor, no tiene nada de malo claro está, pero aparte de la prevista incontinencia, preferiría ser una persona de 60 o 65 años más activa y con mucha energía aún para hacer cosas. Tengo de ejemplo a mi querida Iben Lynge (mi mamá danesa) que tiene 75 años y una energía increíble; cada vez que viene a visitarme me agota y no exagero.
Los nórdicos son personas con mucha vitalidad, lo he vivido en persona en mis tres años en Dinamarca y visitando Suecia y Noruega. Y aunque Iben me cuenta que también pasó hambre durante la guerra, yo los he visto llenos de fortaleza, todos usan sus bicicletas sin importar la edad (he visto gente de más de 80 años usando sus bicicletas con una agilidad increíble), les gusta la jardinería y las largas caminatas al aire libre y ni que decir del bricolage, donde son unos verdaderos expertos.
Mi Iben, con 75 años, sigue esquiando, viajando y lo más sorprendente, siendo voluntaria en las montañas de Noruega donde va desde hace 30 años a pintar las señales que sirven de guía a los senderistas (trekking). Así es como me quiero ver a su edad, llena de vida, vitalidad y ganas de seguir haciendo cosas. Pero no creáis que mi mamá danesa no tiene males y enfermedades típicas de su edad, claro que sí, pero como vikinga que es, se las echa a la espalda y sigue su camino.
Tengo que reconocer que los viajes del Imserso no están del todo mal, quizás haga alguno cuando sea mayor, porque no, pero si puedo seguiré dando guerra al puro estilo Karin.
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