Llevo tiempo queriendo escribir pero cada vez que empiezo sólo tengo historias tristes porque es la realidad que estoy viviendo personal y profesionalmente hablando, y encima, la crisis española cada día me golpea más, al ver a mis conocidos alrededor, o si me doy un paseo por el centro y veo tiendas cerradas y carteles de profesionales que se ofrecen para dar clases o cuidar personas porque no tienen otra forma de buscar trabajo...
Pero hoy he decidido que os quiero contar una gran experiencia que viví hace poco más de un mes: el reencuentro con mis compañeros de colegio. Hacía finales de agosto los ex alumnos del colegio Luz Casanova, donde estudié la primaria y secundaria, organizaron una cena de gala por el aniversario de los 50 años de fundación por parte de unas monjas españolas.
Yo estaba emocionada porque vería a mis compañeros después de 24 años, son muchos años, para ello busqué un vestido de acuerdo a la ocasión y me permití ir a la peluquería para estar lo más guapa posible, simplemente porque quería que me vieran bien y quizás así disimular los 20 kilos demás que tengo desde que dejé de verlos; luego me di cuenta que todos tenían esos kilos de más, algunos más que otros, que al igual que yo se esmeraron por verse bien.
La que suscribe este post junto a mi querida amiga Patricia Mendoza |
Para mis amigos españoles este tipo de actividades están más ligadas a las películas adolescentes de los años 90 que a sus realidades porque la mayoría de gente que conozco en la Madre Patria, no ha vuelto a ver ni frecuentar a los compañeros y amigos del colegio, me parece raro porque se supone que los españoles son los más latinos junto con los italianos y portugueses. En cambio, tengo el ejemplo de Iben Lynge (mi mamá danesa) ella se reúne con los compañeros del colegio cada dos años y actualmente tiene 75.
Bueno, a lo que iba...la cena de gala se realizó en un club social y contó con orquesta. Los organizadores dispusieron una gran pancarta conmemorativa en la entrada y mesas redondas en el gran salón donde las promociones de alumnos se dividían por años. Así que cuando busqué con la mirada a la promoción Sui Generis 1989 y me encontré con una hilera de sonrisas de mis antiguos compañeros, definitivamente retrocedí en el tiempo, allí estaban esperando ansiosos la llegada de los "tardones". Los abrazos y los besos no se hicieron esperar, además de los típicos cumplidos de "estas igualita", no es verdad pero se agradece la mentira piadosa. Lo que no había cambiado era la complicidad que teníamos desde pequeños. Yo entré a este colegio con ocho años y salí con 18, toda una vida juntos, desde los antiguos pupitres de dos alumnos, a las sillas individuales de la secundaria (ESO y Bachillerato para mis amigos españoles). Con todos ellos y especialmente con mi amiga Patricia Mendoza, mi querida chata, viví todas las experiencias posibles: los primeros juegos infantiles donde teníamos que usar la imaginación, peleas, exámenes, los primeros amores, los cambios hormonales, las fiestas, los deportes, y un largo etc.Verlos fue revivir todo aquello y en menos de media hora ya nos estábamos riendo de las mismas bromas estúpidas e infantiles que hacíamos hace más de 20 años.
Que alegría poder comprobar que a todos les ha ido bien en diferente medida, que los valores que nos inculcaron en el colegio Luz Casanova han perdurado en el tiempo, y eso se vio reflejado en el homenaje que le brindamos a nuestros profesores con placas conmemorativas, pero sobre todo por la gran ovación de aplausos cargados de cariño, respeto y agradecimiento hacia ellos. Los rostros envejecidos de nuestros profesores estaban radiantes para nosotros porque reflejaban años de verdadera dedicación al oficio de enseñar. Me detuve un momento a observar y pude ver la cara de felicidad y admiración de todas las mesas presentes, en los rostros de mis compañeros del colegio (todas las promociones que asistieron) se podía apreciar "la semilla" que nuestros maestros inculcaron en cada uno de nosotros. Es una lástima que los adolescentes de hoy no entiendan lo fundamental que es esa etapa en la vida de un ser humano, que no valoren a sus amigos del colegio, y lo que es más triste, que no respeten a sus profesores.
Fue una noche mágica que duró hasta el día siguiente, bailamos, nos reímos, volvimos a contar los mismos chistes de la infancia, nos pusimos al día sobre el transcurrir de nuestras vidas y... el resto queda en la imaginación de cada uno de vosotros.
De regreso a España le estaba contando a unos amigos esta experiencia maravillosa y uno me preguntó: ¿y es cómo en las películas americanas que están viendo quién ha triunfado y quién no para sacarlo en cara?...No, rotundamente No, la Familia Casanovina disfrutó de una noche mágica, se reencontró en su esencia, en nuestro pasado juntos que definitivamente forma parte de lo que somos actualmente y esa noche sólo brilló la fraternidad. No sólo disfruté con mis compañeros de la promoción Sui Generis 1989, sino con muchos otros, volví a ver gente que conocía del colegio como Rojas Rojas, Nando, Hans, Yenny Briceño, Luis Felipe Manzo, gente que no era de mi promoción pero a los que me une un espacio geográfico en el tiempo que fue maravilloso y que contribuyó a lo que soy ahora. Ojalá las películas americanas fueran como aquella noche mágica donde los Casanovinos disfrutamos del cariño, el respeto y la camaradería que aprendimos con todos los increíbles profesores que tuvimos.
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